Ha pasado casi un mes desde que López Obrador dijo que la
pandemia del COVID-19 le había caído “como anillo al dedo”, pues esto
significaría afianzar el tan anhelado cambio que ha promovido desde hace más de
18 años. Y sí, la pandémica le vino como anillo al dedo. ¿Por qué? El
presidente ha construido su popularidad y retórica a lo largo de los años
culpando al pasado, al modelo neoliberal, al capitalismo rapaz, a la mafia en
el poder. Se ha adueñado del discurso fácil engaña bobos para presentarse como
la esperanza mexicana con remedios mágicos. Durante sus tres campañas
presidenciales no se cansó en mencionar que él tenía la solución a todos los problemas
y que cuando llegara acabaría con la corrupción y por lo tanto habría
crecimiento económico, bienestar social, mejores condiciones de vida,
disminuiría la violencia y un sinfín de etcéteras.
Si no ha podido hacer los cambios que prometió no es culpa
de él ni de su estrategia, siempre hay un chivo expiatorio para justificar los
malos resultados. Si la violencia no ha disminuido, es culpa del sexenio de Calderón
(que mucha culpa tiene). Si la economía no ha crecido, es porque no han medido
otros instrumentos que él sí toma en cuenta. Si los hospitales no tienen lo
mínimo para atender a las víctimas, Peña Nieto y su gobierno corrupto fueron
los culpables. Siempre hay un malhechor, siempre habrá alguien que no es él el
que impide su transformación.
Hoy, su anillo al dedo se llama COVID-19 y le da todas las
herramientas necesarias para justificar todos sus errores pasados y los que
vienen. Hoy López Obrador y los suyos tienen los argumentos (pretextos)
necesarios para justificar la nula efectividad de sus políticas. Él tenía
buenas estrategias, pero la pandemia se interpuso. Él quería sacar a PEMEX del
hoyo, pero el precio del petróleo a niveles internacionales se lo impidieron. Él
quería acabar con la violencia, pero el cierre de negocios debido a la pandemia
le negaron su sueño. Él quería construir
un aeropuerto, pero las aerolíneas quebradas gracias a la pandemia no dieron de
su parte. Él quería un INSABI de primer mundo, pero la saturación de los
hospitales por la pandemia le frenó de cumplir con el pueblo bueno. Él quería y
quería, pero el mundo entero y una pandemia se interpuso. Hoy más que nunca
López Obrador tiene todo a su favor para demonstrar que él no es culpable de
nada.
Sí, la pandemia le ha caído como un gran respiro. Semanas antes
las mujeres se habían levantado en contra de su gobierno. El país está
enfrentando los peores índices de violencia de la historia reciente, la
economía va en picada. PEMEX está más que muerto. Las remesas dejaron de fluir
como lo hacían antes. El desempleo está por los cielos. No hay dinero para sus
programas sociales. Se acabó el presupuesto en pocos meses. La corrupción
simplemente no disminuye y por el contrario, se afianza en el gobierno federal.
Por lo tanto, desviar la atención al COVD-19, mantenernos en alerta constante
para no infectarnos, ha sido una inclinación más que afortunada para él y los
suyos. Mover la agenda de medios a un solo tema, le vino como anillo al dedo
pues hoy ya no hay mujeres que le reclamen por la violencia ni burócratas que
se quejen por los despidos. Hoy toda la atención está muy lejos de los
problemas que no había podido resolver. Es por esto que sí, la pandemia le cayó
como anillo al dedo pues hoy las piezas se han ajustado para darle todas las
excusas para los siguientes 4 años de debacle nacional.
Hoy la 4T tiene al mejor aliado en un virus mortal que ha petrificado al mundo entero, pero que al presidente lo tiene más que conmovido, pues cayó en el momento perfecto cuando el gobierno parecía empezar a caerse en pedazos.