Wednesday, February 24, 2021

Abrir o no abrir las escuelas.


A casi un año de haber cerrado las escuelas por la pandemia de COVID-19, esta semana hubo múltiples intercambios de opiniones sobre la posible reapertura de, sobre todo, las escuelas privadas, pues ha sido uno de los sectores más afectados en esta crisis sanitaria. Los números son claros y alarmantes: según la Asociación Nacional de Escuelas Particulares, están por cerrar definitivamente cerca de 20 mil instituciones educativas de las 48 mil que tienen registrados; la misma asociación también señaló que se podrían perder cerca de 200 mil empleos directos y que de los 5 millones y medio de estudiantes en escuelas particulares, casi la mitad, 2 millones 300 mil alumnos podrían desertar o integrarse a las escuelas públicas.

A estos resultados tenemos que agregarle los que todavía no son evidentes: la falta de una adecuada preparación académica en todos los niveles educativos; las posibles afectaciones psicológicas y sociales que pueden presentar algunos alumnos y profesores; la poca o nula infraestructura en algunas comunidades lo que rezaga aun más a estos sectores de la población; el completo abandono del gobierno hacia los particulares, entre otros.

El problema de todo esto es que simplemente no se pueden abrir las escuelas a corto o mediano plazo. ¿Por qué? Porque nos seguimos enfrentando a una pandemia que no ha sido domada; porque los estudiantes corren el riesgo de enfermarse y enfermar a sus parientes cercanos lo que podría volver a elevar el número de hospitalizaciones y regresar a números catastróficos; porque muy a pesar de los problemas económicos que están afrontando las escuelas, el panorama no es nada claro ni alentador con respecto a las vacunas.

A esta situación hay que agregarle el tema de la capacidad que tienen las escuelas públicas. Si bien puede ser una opción para miles de padres no pagar colegiatura en los periodos que dure la pandemia, el Estado simplemente no tiene la capacidad de recibir a los millones de estudiantes que migrarían a estas instituciones, lo cual acrecentaría el problema por el sobrecupo o el rechazo de estudiantes. Por lo tanto, ¿Qué hacemos entonces con esos escolares que ya no caben en ninguna escuela, sea cual sea el problema? Para unos la respuesta es simple: abrir. Para otros no tanto, pues como se dijo anteriormente, existen múltiples factores de riesgo que acrecentarían la ya muy deplorable situación de la pandemia.

La SEP ha respondido que no habrá reapertura hasta que el semáforo esté en verde. 100% de acuerdo. La disyuntiva es cuándo sucederá esto, pues las pocas vacunas que llegan han sido insuficientes tanto para los doctores como ahora las personas de la tercera edad. A este paso nos tardaremos varios años en llegar a inmunizar a los niños y adolescentes y, por lo tanto, la crisis educativa podría alargarse mucho más tiempo. El inconveniente es que ningún negocio puede sostenerse de esta forma y ante la nula respuesta del gobierno, podríamos estar hablando de que en los próximos meses miles se estarían integrando a la lista de desempleados y otros tantos negocios tendrían que declararse en quiebran.

El escenario es catastrófico por donde se le quiera ver. Se pide abrir a pesar del riesgo porque el Estado ha abandonado cualquier intento de sobrevivencia. La medida desesperada es la respuesta ante un embate que no perdona y sigue diariamente poniendo a prueba la resistencia de los servicios educativos. Esperemos en próximas semanas una respuesta contundente sobre el asunto, pero, sobre todo, una solución eficaz que permita seguir operando a las miles de instituciones que, de cierta forma, ayudan al mismo Estado a que no se saturen los servicios que tendrían que garantizar.


Thursday, February 11, 2021

Y ahora es Santa Lucía


Uno de los grandes megaproyectos de este gobierno es sin lugar a dudas el aeropuerto de Santa Lucía, el cual se anunciaba con bombo y platillo desde que López Obrador ganó las elecciones y echo a andar desde que tomó el poder. 

Desde su perspectiva, esta obra es una de las más importantes no solo de su sexenio, sino de la historia de México, pues para el presidente, todo arrebato de soberbia debe tener un monumento que recuerde al artífice de la idea plasmada, y en este caso, vale más la remembranza histórica que la funcionalidad de lo que se construye. 

Se hizo el primer aterrizaje en una de las pistas "construidas" en "tiempo record" para demostrar que los proyectos se están ejecutando y que tarde o temprano tendremos, en palabras del propio presidente, el aeropuerto más importante del mundo. Sí, desde su demagogia sigue externando todo pensamiento iracundo el cual no cuadra con una realidad vociferante que diariamente le recuerda que las cosas no son como se piensan, y sí como son. 

Casi dos años después de la cancelación de Texcoco y con una "consulta" amañada, el gobierno de López Obrador no ha podido, o no ha querido, demostrar toda la corrupción imperante que desbordaba el proyecto del anterior aeropuerto, pese a que en múltiples ocasiones ha descalificado y tachado a todos los empresarios que participaban en éste como parte de la mafia del poder que se había enriquecido a costa de los contratos de construcción. No tengo duda sobre ello, no tengo duda que algunos empresarios participaron en corruptelas que los llevó a ganar licitaciones, el punto es que esto no es de creencias sino de pruebas que nos lleven a una correcta impartición de justicia y no a recontratar a esas empresas para que ahora edifiquen un capricho personal, pues es claro que entre los participantes no sólo está el ejército, sino algunas compañías que estaban encargadas del anterior proyecto, sí, las mismas que antes eran corruptas, hoy son "socios" de la 4t.

Tal es el caso de ICA, Grupo Carso, Grupo Hermes, Grupo Empresarial Ángeles, Constructora y Edificadora GIA+A las cuales tienen el 51% de total del monto asignado a esta obra faraónica. Por lo tanto, se les quitó la concesión anterior sólo para volvérselas a dar, pues es claro que, o se tienen las pruebas contundentes de la corrupción imperante y se castiga con todo el peso de la justicia (algo que este gobierno ha demostrado que no va a hacer) o el gobierno encontró una forma de ser parte de esa corrupción imperante. 

La obra, cuyo costo asciende hasta la fecha a $4,700 millones de pesos, sigue sin demostrar en todos los sentidos que puede ser funcional, pues si son ciertos los reportes de algunas personas ayer que denunciaban en Twitter, se tuvieron que suspender vuelos de la Ciudad de México y Toluca para poder hacer la demostración de un supuesto funcionamiento normal. Esto es algo que se venía anunciando desde antes de iniciar el proyecto, pero una vez más, fue más fuerte la idea catastrófica de una persona que la lógica de la razón. 

Finalmente, mientras en otras partes del mundo se hacen inauguraciones con obras terminadas y funcionando, en este país de ilusiones, se ejecutan cortes de listón con simulacros mal diseñados de una prosperidad que aún no llega. El eterno discurso de la bienaventuranza sigue haciendo eco entre aquellos que ven este tipo de acciones como un gran logro, a pesar de que no se ha demostrado realmente nada. 



Wednesday, February 10, 2021

Cuando nadie tiene la culpa



Más de 100 mil muertos después del escenario catastrófico (el cual calculaban en 60 mil), la estrategia y las personalidades encargadas de la pandemia siguen como si nada hubiera pasado. 166 mil defunciones que parece han dejado de importar para sólo convertirse en estadísticas, números que sirven para medir la “efectividad” de la lucha contra el Covid-19, pero que en resultados reales nos ubica como uno de los peores, sino el peor, país enfrentando la crisis sanitaria.

El subsecretario López-Gatell informa, un día sí y el otro también, que seguimos por el camino correcto, pese a todos los pronósticos y las realidades de miles de familias que siguen padeciendo los efectos de que no se haya corregido una estrategia que a todas luces sigue sin dar resultados. Hoy las voces de quienes pierden a un familiar son acalladas por números que sólo inflan los recuentos. Y mientras esto pasa, el subsecretario busca diariamente un nuevo pretexto que intente justificar por qué hay tantas muertes; pero ninguna convence y mucho menos consuela.

Nos tardamos 8 meses en llegar a las 100 mil muertes (20 de noviembre). Se terminó el año con más de 113 mil defunciones. En apenas dos meses del 2021, llevamos más de 50 mil decesos, lo que indica que no sólo no se ha aplanado la curva ni se ha domado la pandemia, como han mencionado en múltiples ocasiones, sino que ni siquiera está contenida, pues la cantidad de contagios aumenta a un ritmo vertiginoso, lo cual nos indica que para finales de marzo podríamos llegar a las 200 mil muertes. Aun así, sigue sin haber un solo culpable responsable de la debacle sanitaria que nos tiene en la lona de la vergüenza mundial.

Aparentemente, esto sigue sin preocupar a las autoridades, y mucho menos al presidente, quien ha regresado curado de Covid-19 pero más terco y obstinado que nunca. “No voy a usar el cubre bocas” serán las palabras erguidas en oro que pasarán a la historia como una de las declaraciones menos afortunadas de quien lleva las riendas del país. El punto es la forma déspota y poco empática que ha tenido hacia las víctimas al seguirse negando a ser ejemplo y escudarse en ser un ciudadano que promueve la libertad. Pero esas declaraciones que casi caen en la burla se amplían cuando declara abiertamente, que nadie se ha quedado sin atención, ignorando o, más factible, sin importarle la realidad que diariamente se vive en todo el país y las miles de tragedias que se cuentan a diario sobre la odisea que implica encontrar un hospital. Eso, tampoco es su culpa.

La pandemia está muy lejos de terminar en un país que evidentemente ha sido rebasado por la situación. Y bajo la tónica que ha manejado este gobierno desde el principio, el error será de los otros, nunca de ellos. Sí, estamos ante un escenario poco favorable con encargados poco responsables. El tiempo dirá de cuánto fue el impacto y quien deberá ser juzgado históricamente, para, por lo menos así, pasar a la ignominia popular en los recuentos futuros.

Friday, February 05, 2021

El hermetismo gubernamental



Hace una semana nos enterábamos del estado de salud del Presidente. Se informaba que se había contagiado de Covid-19 y que los siguientes días permanecería en descanso y con todos los cuidados que un jefe de Estado debe tener. La noticia trascendió fronteras, pues algunos mandatarios como Justin Trudeau, Primer Ministro de Canadá o Emmanuel Macron, Presidente de Francia, publicaron tuits deseándole pronta recuperación a López Obrador.

Hasta aquí todo parecería normal: un Presidente que se enferma, se informa a la nación sobre el acontecimiento y se espera que todo trascurra sin ningún tipo de complicación. No obstante, la situación fue diferente. El hermetismo del Gobierno sobre el estado de salud del Presidente prendió el foco de alerta en muchos sectores de la población, y las redes sociales se volcaron de inmediato para generar todo tipo de especulaciones las cuales iban desde que sí tenía Covid-19 con un cuadro muy leve hasta otras que insinuaban una posible trombosis.

El problema no es tanto la enfermedad del Presidente, sino la forma en la que la información se ha venido dando desde hace más de una semana. A cuentagotas y con muchas nubosidades. Esto, sin lugar a duda, no beneficia a nadie, pues al no haber una cabeza que dé algo de tranquilidad a la ciudadanía, todas las opciones sobre su estado de salud parecen ciertas.

López Obrador está acostumbrado a estar en los reflectores todos los días de la semana, más allá de las conferencias mañaneras, siempre encuentra espacio para dar un mensaje, grabar un video, publicar algo que lo mantenga en la discusión pública. El no haber dado la cara más que en un video en más de una semana generó otra oleada de conspiraciones sobre lo que hay detrás de la noticia. Una vez más las redes sociales generaron la polémica sobre si era una pantalla para olvidar que no se compraron las vacunas, que si para justificar que el plan de vacunación simplemente no podría cumplirse en el periodo señalado, que si Joe Biden le había negado la ayuda porque primero estaban los estadounidenses y México estaba muy lejos de tener las suficientes vacunas para la población, que si la polémica por vacunar primero a los maestros de Campeche en lugar de los médicos de primera línea y otros largos etcéteras.

Sí, el Gobierno que se ha jactado de ser el más transparente de la historia, vuelve a ocultar temas de interés nacional, y esto lo único que genera es que no se confíe en quien lleva las riendas del país. Un día sí y el otro también se han dedicado a callar ante el embate de cuestionamientos que piden un dato verídico sobre la salud del Presidente. Sin embargo, López-Gatell detalló que eso era privado y que no revelarían nada al respecto, una declaración que más que ayudar a un Gobierno desgastado, sólo vino a acrecentar los rumores sobre su salud.

Finalmente, si el Gobierno se mantiene hermético ante la salud del Presidente, qué podemos esperar de tantos y tantos temas pendientes que una y otra vez se han comprometido a hacer públicos. Esta administración apuesta sólo a los discursos de transparencia, puesto que, en la práctica, se han convertido en una opacidad andante.

¿Quién detiene a Andrés?

  Sin lugar a duda, el presidente López Obrador ha sido el portavoz de la política mexicana durante varios años. Él se instruyó como el prin...