Wednesday, February 10, 2021

Cuando nadie tiene la culpa



Más de 100 mil muertos después del escenario catastrófico (el cual calculaban en 60 mil), la estrategia y las personalidades encargadas de la pandemia siguen como si nada hubiera pasado. 166 mil defunciones que parece han dejado de importar para sólo convertirse en estadísticas, números que sirven para medir la “efectividad” de la lucha contra el Covid-19, pero que en resultados reales nos ubica como uno de los peores, sino el peor, país enfrentando la crisis sanitaria.

El subsecretario López-Gatell informa, un día sí y el otro también, que seguimos por el camino correcto, pese a todos los pronósticos y las realidades de miles de familias que siguen padeciendo los efectos de que no se haya corregido una estrategia que a todas luces sigue sin dar resultados. Hoy las voces de quienes pierden a un familiar son acalladas por números que sólo inflan los recuentos. Y mientras esto pasa, el subsecretario busca diariamente un nuevo pretexto que intente justificar por qué hay tantas muertes; pero ninguna convence y mucho menos consuela.

Nos tardamos 8 meses en llegar a las 100 mil muertes (20 de noviembre). Se terminó el año con más de 113 mil defunciones. En apenas dos meses del 2021, llevamos más de 50 mil decesos, lo que indica que no sólo no se ha aplanado la curva ni se ha domado la pandemia, como han mencionado en múltiples ocasiones, sino que ni siquiera está contenida, pues la cantidad de contagios aumenta a un ritmo vertiginoso, lo cual nos indica que para finales de marzo podríamos llegar a las 200 mil muertes. Aun así, sigue sin haber un solo culpable responsable de la debacle sanitaria que nos tiene en la lona de la vergüenza mundial.

Aparentemente, esto sigue sin preocupar a las autoridades, y mucho menos al presidente, quien ha regresado curado de Covid-19 pero más terco y obstinado que nunca. “No voy a usar el cubre bocas” serán las palabras erguidas en oro que pasarán a la historia como una de las declaraciones menos afortunadas de quien lleva las riendas del país. El punto es la forma déspota y poco empática que ha tenido hacia las víctimas al seguirse negando a ser ejemplo y escudarse en ser un ciudadano que promueve la libertad. Pero esas declaraciones que casi caen en la burla se amplían cuando declara abiertamente, que nadie se ha quedado sin atención, ignorando o, más factible, sin importarle la realidad que diariamente se vive en todo el país y las miles de tragedias que se cuentan a diario sobre la odisea que implica encontrar un hospital. Eso, tampoco es su culpa.

La pandemia está muy lejos de terminar en un país que evidentemente ha sido rebasado por la situación. Y bajo la tónica que ha manejado este gobierno desde el principio, el error será de los otros, nunca de ellos. Sí, estamos ante un escenario poco favorable con encargados poco responsables. El tiempo dirá de cuánto fue el impacto y quien deberá ser juzgado históricamente, para, por lo menos así, pasar a la ignominia popular en los recuentos futuros.

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