Thursday, January 14, 2021

¿Dónde estabas cuando…?


Desde hace varios años se ha vuelto una constante reclamar a aquellas personas que cuestionan al Gobierno su inoperatividad y falta de resultados bajo un argumento bochornoso que no lleva a ampliar el debate y sí a sumergirlo en nimiedades carentes de argumentos e incluso ideas propias. Los defensores del actual régimen se han enfrascado en denunciar, enjuiciar y en algunos casos difamar, con explicaciones muy débiles, a que quienes hoy le exigen al gobierno de la autonombrada Cuarta Transformación, nombrándolos personajes vendidos los cuales, según ellos, perdieron privilegios a causa del “cambio” de administración.

Nada más alejado de la realidad. La falacia “dónde estabas cuando los gobiernos anteriores…” se vuelve una retórica anacrónica que no sólo no aporta nada a la vida pública del país, sino que reduce las opciones de discusión y análisis y nos retrocede en el quehacer política cotidiana. Someter la discusión a las formas de actuar del pasado individual elimina de tajo la opción de poder entablar un diálogo que prospere en ideas, pero sobre todo en análisis. Es como si por el simple hecho de no haber levantado la voz antes, hoy no tuvieras ningún derecho de hacerlo, pues el silencio del pasado te excluye de alguna protesta actual.

El problema va incluso más allá, pues de la nada se acusa, sin prueba alguna, se haber sido cómplice del pasado sólo por levantar la voz en la actualidad. Periodistas, articulistas, luchadores sociales, gente de la sociedad civil, hoy son encasillados, todos por igual, como vendidos por haberse atrevido a siquiera poner en duda algún acto del actual Gobierno o el Presidente, cuando en su historial podría haber realmente una larga lucha contra las injusticias de Gobiernos anteriores. Hoy todo eso no vale, pues el pensar por sí solo se vuelve un peligro para las hordas de seguidores que todo lo defienden, venga de una periodista que siempre levantó la voz o un empresario que en algún momento apoyó la causa actual. El enemigo es todo aquel que no encaja con el statu quo de un poder político que cada vez busca volverse más dominante; y no lo hace desde las acciones, sino desde el dominio de la opinión pública, esa que hoy se ha vuelto la inquisidora y ejecutora de lo que se considera “bueno” y “malo” para el régimen.

Nada peor que una sociedad civil que se vuelve condescendiente con los gobiernos y enjuiciadora de los ciudadanos. Esa que pide libertad de expresión para con los suyos (incluidos Presidentes extranjeros) pero voraz hacia los contrarios, aunque las pruebas demuestren que todo lo que se dice es cierto.

Tal pareciera que poco a poco nos convertimos en un pueblo que no sólo reprime al semejante por el hecho de disentir, sino que nos volvemos seres incapaces de pensar algo más allá de dos bandos. Ojalá, y por el bien del debate público, seamos capaces de poder analizar a fondo las actuaciones de cualquier gobierno y de una vez por todas, crecer como ciudadanos críticos más allá de los discursos bananeros.

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