Me relata un amigo doctor que por cuestiones personales pide omitir su nombre: “la situación está muy mal, ya no hay insumos, nosotros compramos nuestros cubrebocas y guantes. Está volviendo a aumentar el número de pacientes, muchos hospitales públicos y privados no se saturan tanto porque en cuanto llegan los pacientes les dicen ´nos vas a firmar que aceptas que te intubemos y una vez intubado es muy probable que no vuelvas a ver a tu familia´, y es una realidad, pero no es una forma adecuada de plantearlo. Obviamente la gente dice que no se quedan y mejor se van. Y lo peor es que hay gente que sí se está complicando porque, aunque no están tan graves deberían manejarse como internados, pero no se están internando, por eso el número de camas no es un parámetro. La verdad sí está muy mal la situación. Incluso para otras enfermedades o accidentes se está complicando o muriendo por falta de espacio para poder atenderlos, o sea, hay muchos muertos indirectos”.
Esto me lo contó hace aproximadamente 15 días, antes de que
se volviera a declarar estado de emergencia y antes de la completa saturación
de camas. Aun así, algunas autoridades locales y federales siguen negándose a
declarar el semáforo rojo pues esto implicaría un desastre no sólo en
cuestiones sociales y médicas, sino en lo político, algo que el presidente no
está dispuesto a aceptar, y antes de admitir la derrota, parece que está
dispuesto a negar una realidad a todas luces funesta.
Del mismo modo seguimos viendo a una sociedad indolente; la
noticia de una fiesta clandestina en una bodega en Las Lomas con más de 100
personas reunidas representa la imagen viva del egoísmo ante quienes todos los
días, a todas horas, siguen arriesgando su vida. “Pobres camilleros y
enfermeras, esos sí están cabrones” me sigue explicando mi amigo, “a ellos les
dan KN95 (cubrebocas), que para áreas COVID no es suficiente, para la población
en general está bien e incluso están sobrepasados, pero no para ellos. Están
muy expuestos”.
El presidente declaró que está haciendo un diccionario con
palabras neoliberales; entre las palabras que mencionó hubo una que me llamó
mucho la atención: empatía. Sí, así como suena. Parece que la empatía es
algo muy lejano a la sociedad actual pues mientras unos se dedican a seguir en
reuniones sociales, hay muchos otros que siguen en el frente de batalla
intentando salvar una vida que tal vez, de haberse resguardado, no estaría
ocupando una cama en un hospital.
Me termina de relatar mi amigo: “Pues yo para eso me
alquilo, conozco el riesgo y sigo mis medidas de protección y no hay de otra, a
darle para adelante. Pero los de limpieza ni seguro tienen. Ya no hay
presupuesto, ya no hay ni madres. Nosotros lo veíamos venir y nos hicimos de un
stock de cubrebocas y mascarillas de protección desde abril, porque sabíamos
que el gobierno ya no tenía nada de presupuesto para la pandemia”.
Quizá empatía sea una palabra neoliberal, pero en
estos momentos necesitamos más términos neoliberales y menos discursos
transformadores que no llevan a nada. Negar la realidad, desde palacio nacional
hasta la sociedad civil no va a hacer que todo mejore. Mientras tanto, los
enfermos parece que seguirán creciendo pues las fechas decembrinas seguramente
traerá una ola más grande de contagios. Afortunadamente seguimos teniendo gente
como mi amigo que a pesar de la negación gubernamental y social, sigue al frente
por aquellos que simplemente han dejado de ser empáticos.
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