Tuesday, March 16, 2021

Un año, y todo sereno


 

Se cumple un año del confinamiento en el país y de la incertidumbre que todo esto traería en los meses siguientes. Nadie pensaba que esto se prolongaría tanto tiempo y, por ende, tendríamos que permanecer enclaustrados por largos periodos como ha venido sucediendo. Un año cuando negocios, escuelas, comercios y prácticamente toda actividad económica se detuvo. Voces decían “serán unas cuantas semanas”, “en pocos días regresaremos a la normalidad”, “es por pura prevención, no pasa nada”, sin entender que esas declaraciones tendrían eco mucho más allá de las palabras que se las llevó el viento como sin nada.

Sin embargo, los meses siguieron pasando, la perplejidad aumentaba al no ver una pronta salida y respuesta a un fenómeno que, por obvias razones, tomó a todos por sorpresa. De pronto los días se volvieron semanas, las semanas en meses y los meses, en un año. Los pronósticos de regresar para finales de Semana Santa no se cumplieron y, por el contrario, se tradujeron en meras especulaciones vacías sin sustento alguno. El dominio de la pandemia no era cierto, la luz al final del túnel prometida por el gobierno simplemente no alumbraba ningún panorama a corto o mediano plazo, y poco a poco las promesas de retorno se volvieron espejismos que sirvieron para vender una idea inexistente.

Miles de personas abarrotando los supermercados en busca del último papel de baño se volvieron las imágenes del inicio de la pandemia; quizás muchos ya auguraban el largo periodo de confinamiento al que estaríamos expuestos y decidieron no dejar anda al azar; tal vez fue la euforia y la imitación lo que provocó estantes vacíos del preciado elemento higiénico. El punto es que un año después, ni todo el papel del mundo puede detener la vorágine que ha implicado permanecer cautivos.

Conciertos cancelados, obras de teatro suspendidas, cines cerrados, parques a clausurados fue una constante, evitando todo contacto humano y aglomeraciones que incrementara la ya complicada situación.

En un año aprendimos a utilizar las plataformas digitales, nos acostumbramos a trabajar desde casa, asimilamos hábitos de limpieza que anteriormente no pasaba por nuestras cabezas; pero también tuvimos a aprender nuevas formas de convivencia, otras profesiones y descubrimos hobbies. Algunos quizá aprendieron a cocinar, a tocar un instrumento o le encontraron amor a la lectura.

Y aunque para una gran parte de la población que no ha podido quedarse en casa por cuestiones laborales, nos dimos cuenta de lo imprescindibles que son algunos trabajos. Millones que ante el riesgo debían mantener su estilo de vida sin cambio, han sido parte fundamental para que la debacle no sea más grande que lo que hemos vivido. Otros tantos, sin opción alguna, siguen en la obligación de mantenerse vigentes en sus puestos pues la misma situación los obliga a correr el riesgo de ingresar al trágico número de desempleados ante una economía que no perdona y busca cualquier excusa para aprovecharse del desamparo.

Ha sido un año de altibajos, de tragedias y dolores, pero también quizás de algunas alegrías, esas que, ante la debacle social, económica, política, en salud, nos debe mantener a flote para pensar que tal vez, quizá tal vez, el final de este mal sueño esté más cerca de lo que creemos.



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